LA BENDICIÓN DE SON GOTLEU
- Coolturamanía
- 18 mar 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 6 may 2019
Nacido y criado en un limítrofe barrio de Palma de Mallorca, Rels B es uno de los artistas más laureados en la escena musical urbana española

El caso de Rels B o Skinny Flakk (el aka de Daniel Heredia) roza lo utópico y admirable. En un mundo donde las discográficas acaparan, absorben y comercializan el talento, el chico Son Gotleu (Mallorca) ha sabido mantenerse siempre en su sitio. Con más de un millón de seguidores y otras tantas reproducciones en YouTube, Rels es un sello único que no conoce de distribuidoras ni contratos multimillonarios. Él, como ha confesado en múltiples ocasiones, es su propio jefe.
El éxito obtenido por este joven de 25 años se fragua con esmero, dedicación y mucha adaptación a los nuevos géneros. Comenzó en el mundo de la música como productor, componiendo bases para que terceros plasmasen sus letras sobre un fondo melódico. En cambio, con el tiempo, aquello de hacer beats se le quedó pequeño y fue en busca de nuevas aventuras. Estas llegaron en forma de hip-hop y siempre con la referencia de sus adorados Big Popa o Big L como maestros. De ahí, que, en su primera maqueta en solitario, en 2014, conocida como Change or die, muchos de los temas tuviesen ese estilo tan gordo y underground. Era un Rels que hablaba de los valores del barrio, de la importancia de buscarse la vida o de sus preciadas zapatillas Nike. Letras muy básicas, sí, pero con un estilo inconfundible y 100% adaptadas a la exigencia del old school americano.
Componiendo grandes temas, anduvo mucho tiempo sin ser reconocido a nivel nacional, pero con una camada de fans que ensalzaban el talento infravalorado de este chaval salido de un barrio marginal de las Baleares. Un año antes de su estrellato, Rels Beats publicó Player Hater (2015) de la mano de Itchy&Buco Sounds (el ‘negro’ y el ‘sudaca’, como los llama cariñosamente Heredia), dos colegas suyos del mundillo y desde entonces productores del aclamado rapero. De aquel EP salen himnos como Word Up o Mary Jane, esta última solicitada por el público en todos los conciertos.
El repertorio de Daniel Heredia era bastante bueno, jugoso y con mucha proyección, pero aún no gozaba del reconocimiento que le permitiese vivir de lo que le gustaba. Justo en el verano que se distanció de su colega Dollar, con quien colaboró en dos auténticas odas (3:45 am y Por siempre), publicó De Taiwán, una parodia/remix de la canción What they want del afamado trapero estadounidense Russ. Ahí encontró Skkiny su particular filón, pues el single adquirió una repercusión abrupta y brutal a nivel mundial, hasta tal punto que, una vez instalado en la gloria actual, lo borró de su canal principal. A Rels, como dice en su canción King Flakk, ‘me la suda Russ, me la suda Taiwán’.
Sea como fuere, con potra o sin ella, desde ese momento todo ha sido fluir: tres giras, diez discos de oro, patrocinios de marcas de ropa de caché y dos LP’s más que se han cepillado el mercado (Boys don’t cry y Flakk Daniel’s). Eso por no mencionar las innumerables colaboraciones con otros grandes de la escena, como Dellafuente, Bejo, Recycled J o Dano.
El mérito de la impecable trayectoria de Rels reside en que su buena acogida nunca ha sido impulsaba por ninguna discográfica. Todos los escenarios que ha llenado, todas las copias que ha vendido, todo el stock de ropa que ha liquidado… De su sangre, sudor y lágrimas. Y todo eso con empresas de renombre detrás de su figura; por eso, él siempre recuerda que “I Love Ribs, ¡mami!, esa es mi empresa”. Un autónomo como mandan los cánones.
Daniel Heredia Vidal ya no es ese chico imberbe con gorra de los Riders que escupía barras de la vieja escuela. Ha virado de estilos, ha introducido nuevos ritmos en sus bases, se ha fijado en otros para hacer llegar su producto al máximo público posible… Se ha hecho más comercial, de acuerdo. Una vez aquí, podría haberse envenenado con las mieles de la fama o los peligros del dinero; podría haber renegado de todos aquellos que contribuyeron a su éxito; podría haberse vendido al mejor postor. Pero no. En la mesa de Rels siguen comiendo aquellos con los que un día pasó hambre.
Esa es la esencia, pureza y bendición del niño del barrio de Son Gotleu. Y lo que digan los demás… Ya no le preocupa.
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